El Dr. Strehlow  en su libro, sobre el corazón y las enfermedades cardíacas y circulatorias, hace las siguientes reflexiones.

El amor es el carburante del corazón. No hay por qué extrañarse si, en una sociedad sin amor, las enfermedades del corazón y de la circulación ocupen los primeros lugares en el  ranquin  de las causas de mortalidad.

La mejor protección frente a estas enfermedades consiste en volver a poner al Amor en el centro y organizar nuestra vida con ese presupuesto practicarlo diariamente.

El Amor siempre está presente en lo más profundo de nosotros. Es el motor de nuestra vida y la fuente de nuestra salud. Nos enfermamos si nos falta. Santa Hildegarda de Bingen le dedica un canto de alabanza:

“El Amor lo inunda todo

desde el abismo hasta las estrellas

es él quien lo hace todo

porque el amor besa

al supremo rey del Universo.”

 ¿Qué es el amor? ¿por qué juega un papel tan importante en nuestras vidas? y ¿dónde lo podemos encontrar? El amor es la fuerza que nos da la vida a los  seres humanos la que mantiene nuestra salud y nos cura si nos enfermamos.

Santa Hildegarda de Bingen ve en la Viriditas, el amor, la sutil energía vital, la fuerza de lo verde que procede de Dios que la Naturaleza nos regala con tanta abundancia.

 “No existe ninguna criatura que no contenga en sí misma un rayo divino, ya sea la hoja verde, la semilla, las flores o cualquier otra maravilla si no, no pertenecería a la Creación”, escribió  Santa Hildegarda.

Sin amor la vida se malogra, el alma se paraliza y el ser humano se enfría. El dolor de la angina de pecho es un síntoma de la falta de amor en nuestra sociedad. La naturaleza humana está hecha para el amor. ¿Qué podemos hacer para satisfacer esa exigencia natural?

Dios Creador, que es nuestro Padre, y sabe lo que es bueno para nosotros nos  dio este Mandamiento en el Sinaí, que Jesucristo nos completó así: “Amarás al Señor tu Dios con todas tus fuerzas con todo tu corazón y  con toda tu alma y al prójimo como a ti mismo” Mc 12,30. Solo si nos  dejamos penetrar por el Amor divino podremos también nosotros amar sin condiciones  a nuestros amigos e incluso a nuestros enemigos y curar nuestros corazones.

El Dr. Strehlow recuerda que Santa Hildegarda siempre une lo espiritual con lo corporal y la creación  y por eso nos indica hasta 35 remedios específicos para ayudar a sanar el corazón y la circulación.

Además de una alimentación sana según Santa Hildegarda véase el libro “La salud del estómago y del intestino”, quiero destacar hoy dos remedios muy sencillos de aplicar: las castañas y la bebida de perejil.

Las castañas, después de las comidas  se comen dos o tres crudas, o una cucharada de harina de castaña cruda, que se insaliva muy bien.

La  bebida a base de perejil (vino del corazón). Después de comer se deja disolver en la lengua un comprimido de galanga e hinojo y se toma a continuación una copita de vino de perejil.

El Dr. Strehlow, siguiendo a Santa Hildegarda, los recomienda en los casos de: debilidad del corazón, fallos cardíacos, envejecimiento del corazón,  insuficiencia de irrigación sanguínea,  debilidad, dolores cardiacos por culpa del estrés, dolores cardiacos de origen nervioso, estancamiento del retorno en la circulación venosa con edemas  en las piernas y los pulmones.

En el  libro (que estamos traduciendo y se publicará en breve),relata el caso de una paciente de 33 años  ala que le dieron la jubilación anticipada tras  reconocerle una incapacidad laboral por culpa de una endocarditis reumática. La enfermedad se originó por sufrir  amigdalitis crónicas por infecciones de estreptococos aunque se habían curado con antibióticos. Gracias a tomar 2 cucharadas diarias  de harina de castañas, más una copita de bebida de perejil, sus células cardíacas se regeneraron de tal manera que la paciente pudo retomar su actividad profesional de nuevo.

Como vemos Santa Hildegarda, que es una gran mística, no por eso dejó de ocuparse de nuestra salud corporal con remedios muy sencillos y eficaces que además no tienen ningún efecto secundario indeseado.

Escrito por Casa Santa Hildegarda